Hubo una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la presidencia. Pero la asamblea le notifico que tenia que renunciar.¿La causa?¡hacia mucho ruido! y además se pasaba todo el tiempo golpeando.
El martillo acepto su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que le daba muchas vueltas al asunto para hacer algo. El tornillo acepto también, pero pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenia fricciones con todos. La lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás .Como si el fuera el único perfecto.
En eso entro el carpintero e inicio su trabajo utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente la tosca madera inicial se convirtió en un lindo ajedrez. Cuando la carpintería quedo completamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. El serrucho tomo la palabra y dijo:-Señores ha quedado claro que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no sigamos viendo nuestros errores e imperfecciones y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos. (Si hacemos eso mismo los cristianos seremos cada día mejores en las manos de nuestro Maestro...).
ASI DICE EL ALTO Y SUBLIME
Yo soy el Dios tuyo,que te enseña provechosamente el camino que debes seguir...
viernes, 2 de septiembre de 2011
LA CARPINTERÍA
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Caminante
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viernes, septiembre 02, 2011
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amor,
COMPAÑERISMO
EL CARÁCTER Y LA REPUTACIÓN
El carácter es la única cosa que hacemos en este mundo que llevamos con nosotros al siguiente. La verdad que crees determina tu carácter.
La reputación es lo que se supone que eres; El carácter es lo que realmente eres.
La reputación es lo que tienes cuando llegas a una nueva comunidad; El carácter es lo que tienes cuando te vas.
La reputación se hace en un momento; El carácter se construye en la vida.
La reputación es lo que los hombres dicen de ti en tu tumba; El carácter es lo que dicen de ti los ángeles ante el trono de Dios.
Tu carácter es lo que Dios sabe que eres. Tu reputación es lo que los hombres piensan que eres.
La reputación es lo que se supone que eres; El carácter es lo que realmente eres.
La reputación es lo que tienes cuando llegas a una nueva comunidad; El carácter es lo que tienes cuando te vas.
La reputación se hace en un momento; El carácter se construye en la vida.
La reputación es lo que los hombres dicen de ti en tu tumba; El carácter es lo que dicen de ti los ángeles ante el trono de Dios.
Tu carácter es lo que Dios sabe que eres. Tu reputación es lo que los hombres piensan que eres.
lunes, 29 de agosto de 2011
EL GENEROSO PERDÓN DE DIOS
Una de las parábolas del evangelio nos muestra la magnitud del perdón de Dios, que cubre la más grande deuda del hombre: la deuda por sus innumerables pecados y rebeliones con Él. Esta deuda no hay forma de pagarla por nuestros medios, por eso Dios proveyó un generoso perdón por la sangre de Cristo en la cruz.
Las parábolas usadas por el Señor Jesús tenían el propósito de declarar cosas escondidas desde la fundación del mundo. Y de esas cosas, una de las más gloriosas era dar a conocer el corazón, los pensamientos y los caminos de Dios.
Antes que el Señor revelara a Dios mediante sus enseñanzas, los hombres no conocían a Dios, y tenían un concepto equivocado de Él. El carácter de Dios estaba escondido desde la fundación del mundo, pero ahora es revelado en toda su maravillosa gracia.
La grandeza del corazón de Dios y la pequeñez de nuestro propio corazón se muestran claramente en la parábola de los dos deudores. Un rey quiso hacer cuentas con sus siervos. Uno de ellos le debía diez mil talentos, y como no pudo pagar, su señor ordenó venderle a él y su familia. Pero este siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: “Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.” El rey, movido a misericordia, le soltó y le perdonó los 10.000 talentos. Un talento valía 6.000 dracmas, y una dracma era lo que ganaba un jornalero al día. De manera que 10.000 talentos era el equivalente a 60 millones de días de trabajo de un jornalero. Esto sería, en nuestros días, aproximadamente unos 34 millones de dólares, más de 18.000 millones de pesos chilenos.
Una cantidad impagable
Para graficar la inmensidad de la deuda, digamos que ese monto es equivalente a 1.800 casas de diez millones cada una, o a 3.600 vehículos de cinco millones. Si tuviésemos que pagar esta deuda a plazos (sin intereses), con cuotas de $ 200.000 mensuales, tardaríamos 7.500 años. Si pudiéramos pagar unos $500.000 mensuales, demoraríamos 3.000 años. Si pagáramos un millón de pesos al mes, tardaríamos 1.500 años, es decir, unas 21 vidas. Si alguien dijera: “Yo tengo mucho dinero, yo quiero pagar esa deuda mensualmente de por vida”, en setenta años debería pagar $21.428.571 todos los meses. Verdaderamente, la deuda de este siervo era impagable.
Tal como ésta, es la deuda que todo hombre tiene con Dios. Sus muchos pecados y rebeliones se han acumulado en su contra.
¡Cuánto ha ofendido la santidad de Dios! ¿Qué puede hacer el hombre en tal condición? ¿Debería intentar pagarla?
El siervo de esta parábola pretendía pagar, pero el rey, sabiendo que no podría, le perdonó. El siervo pensó como lo hace la mayoría de los hombres; es decir, creyendo que tiene alguna solvencia en sí mismo. Que tiene méritos suficientes como para que Dios lo perdone.
Dios, que conoce nuestra condición, actúa como hizo este rey, es decir: perdonando. Aún más, Dios no acepta nuestros recursos para solucionar este asunto. El no quiere que usemos recursos que están viciados por nuestra injusticia.
Cuando Dios envió a su Hijo al mundo no lo envió a cobrar deudas, sino que lo envió a perdonar, para que por medio de su sangre fuéramos limpios de todos nuestros pecados. El perdón de esta deuda no fue un acto realizado por decreto (que hubiera sido fácil), sino por medio de la muerte de su propio Hijo.
Lo que en verdad agrada a Dios es que reconozcamos que necesitamos de su gracia y su perdón. El corazón de Dios es tan amplio, sus pensamientos son tan generosos, la provisión de la sangre de Jesús es tan abundante, que hay salvación para todo aquel que se acerca a Él con un corazón quebrantado. ¿Quiere recibir el perdón de sus pecados hoy? De usted depende, sólo de usted.
***
Las parábolas usadas por el Señor Jesús tenían el propósito de declarar cosas escondidas desde la fundación del mundo. Y de esas cosas, una de las más gloriosas era dar a conocer el corazón, los pensamientos y los caminos de Dios.
Antes que el Señor revelara a Dios mediante sus enseñanzas, los hombres no conocían a Dios, y tenían un concepto equivocado de Él. El carácter de Dios estaba escondido desde la fundación del mundo, pero ahora es revelado en toda su maravillosa gracia.
La grandeza del corazón de Dios y la pequeñez de nuestro propio corazón se muestran claramente en la parábola de los dos deudores. Un rey quiso hacer cuentas con sus siervos. Uno de ellos le debía diez mil talentos, y como no pudo pagar, su señor ordenó venderle a él y su familia. Pero este siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: “Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.” El rey, movido a misericordia, le soltó y le perdonó los 10.000 talentos. Un talento valía 6.000 dracmas, y una dracma era lo que ganaba un jornalero al día. De manera que 10.000 talentos era el equivalente a 60 millones de días de trabajo de un jornalero. Esto sería, en nuestros días, aproximadamente unos 34 millones de dólares, más de 18.000 millones de pesos chilenos.
Una cantidad impagable
Para graficar la inmensidad de la deuda, digamos que ese monto es equivalente a 1.800 casas de diez millones cada una, o a 3.600 vehículos de cinco millones. Si tuviésemos que pagar esta deuda a plazos (sin intereses), con cuotas de $ 200.000 mensuales, tardaríamos 7.500 años. Si pudiéramos pagar unos $500.000 mensuales, demoraríamos 3.000 años. Si pagáramos un millón de pesos al mes, tardaríamos 1.500 años, es decir, unas 21 vidas. Si alguien dijera: “Yo tengo mucho dinero, yo quiero pagar esa deuda mensualmente de por vida”, en setenta años debería pagar $21.428.571 todos los meses. Verdaderamente, la deuda de este siervo era impagable.
Tal como ésta, es la deuda que todo hombre tiene con Dios. Sus muchos pecados y rebeliones se han acumulado en su contra.
¡Cuánto ha ofendido la santidad de Dios! ¿Qué puede hacer el hombre en tal condición? ¿Debería intentar pagarla?
El siervo de esta parábola pretendía pagar, pero el rey, sabiendo que no podría, le perdonó. El siervo pensó como lo hace la mayoría de los hombres; es decir, creyendo que tiene alguna solvencia en sí mismo. Que tiene méritos suficientes como para que Dios lo perdone.
Dios, que conoce nuestra condición, actúa como hizo este rey, es decir: perdonando. Aún más, Dios no acepta nuestros recursos para solucionar este asunto. El no quiere que usemos recursos que están viciados por nuestra injusticia.
Cuando Dios envió a su Hijo al mundo no lo envió a cobrar deudas, sino que lo envió a perdonar, para que por medio de su sangre fuéramos limpios de todos nuestros pecados. El perdón de esta deuda no fue un acto realizado por decreto (que hubiera sido fácil), sino por medio de la muerte de su propio Hijo.
Lo que en verdad agrada a Dios es que reconozcamos que necesitamos de su gracia y su perdón. El corazón de Dios es tan amplio, sus pensamientos son tan generosos, la provisión de la sangre de Jesús es tan abundante, que hay salvación para todo aquel que se acerca a Él con un corazón quebrantado. ¿Quiere recibir el perdón de sus pecados hoy? De usted depende, sólo de usted.
***
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Perdón Divino,
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domingo, 28 de agosto de 2011
¿NOS ENSEÑÓ JESÚS A ATAR AL DIABLO?
Hoy en día es muy común el escuchar en las iglesias oraciones “atando y desatando” enfermedades, pobreza, demonios y hasta el diablo mismo. Para apoyar esta práctica se usan pasajes como el siguiente:
De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Mat.18:18.
Esta declaración del Señor fue dada en un contexto de disciplina dentro de la Iglesia. Las palabras “atar” y “desatar” eran populares entre los rabinos de la época y equivalían a “prohibir” y “permitir”. En Mateo 18 equivalen a “disciplinar” y “restaurar”.
Aquel miembro de la iglesia que persiste en pecar debe ser separado (atado) de la congregación (1 Cor.5: 5), para luego en amor ser conducido al arrepentimiento y por consiguiente ser restaurado o “desatado” (Gál. 6:1). Como vemos, las enfermedades, la pobreza y los demonios son totalmente ajenos al contexto.
Otro pasaje que se usa es Mateo 12:29, donde Jesús dice:
Porque, ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa.
Esta declaración de Cristo es parte de una ilustración usada para refutar la acusación de los fariseos de que él expulsaba demonios en alianza con Satanás. Jesús expresa en contexto que él es más poderoso que Satán, y establece que sus exorcismos son hechos en el poder de Dios. Sería equivocado concluir desde este pasaje que Cristo estaba estableciendo un patrón universal para ser seguido por los creyentes.
Nosotros alentamos a los cristianos a que se aparten del malentendido tan serio de Mt.18:18 y 12:29 por las siguientes razones:
1) No es bíblico. La Escritura no enseña que “atar y desatar” es el método para resistir al diablo y sus huestes, sino la comunión con Dios a través de la oración, la lectura de la Palabra y una vida de obediencia.
2) La atención del cristiano se centra en el diablo en vez de Jesucristo. Esto reduce la eficacia del creyente en la tarea del Reino.
3) En el terreno práctico no da resultados, como la experiencia lo indica. Alguien dijo una vez:
“Si en realidad ataron al diablo, debe haber sido con una cadena muy larga”. Y en verdad la experiencia indica que aquellas personas que son supuestamente liberadas, deben ser liberadas muy seguido, ya que incurren en las mismas faltas una y otra vez.
4) En cuanto a pobreza o enfermedad, la Biblia trae principios que pueden gravitar en nuestro bienestar físico y material, pero en última instancia es la soberanía de Dios la que determina nuestra condición. Nosotros no controlamos esos aspectos.
La Escritura enseña que es Dios el que controla y limita los movimientos del diablo y sus huestes; también es él quien guarda a los creyentes del mal (Job 1:12; 2:6; Luc. 22:31,32; 2 Tes. 3:3; 1 Juan 5:18). Ciertamente llegará el tiempo en que Jesús mismo “atará” al diablo por 1000 años (Ap. 20:1-3); luego del milenio Satanás y sus huestes serán lanzados en el lago de fuego (Ap. 20:10). Jesucristo no necesita la asistencia del ser humano en esta área (ni ninguna otra).
Entre tanto, el antídoto para combatir al diablo no es “atar”, sino “resistir firmes en la fe” (1
Pe.5:9). Santiago 4:7 lo expresa claramente: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.”
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Caminante
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domingo, agosto 28, 2011
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DEFENDIENDO LA FE
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