ASI DICE EL ALTO Y SUBLIME

Yo soy el Dios tuyo,que te enseña provechosamente el camino que debes seguir...

viernes, 25 de junio de 2010

¿no puedes perdonarte?

Todos nuestros pecados han sido perdonados en la presencia de Dios, pero debido a que nosotros aún estamos afectos al tiempo y al pecado, cuando pecamos, nuestra conciencia es afectada, al igual que nuestra comunión con Dios. Hemos de confesar nuestras faltas a Dios para quitar ese pecado de nuestra conciencia y restablecer nuestra comunión con él. Este es el tema que desarrolla en 1Jn. 1: 9/10 , porque sin lugar a dudas se está refiriendo al creyente que ha nacido de nuevo y que ya es hijo de Dios, salvado eternamente por la sangre preciosa de Cristo.

Por tanto, en Col. 2:13 se refiere a la relación de Dios con nosotros, en cambio en 1Jn. 1: 9 el enfoque es desde el punto de vista nuestro con relación a Dios. Dios nos ve justos y santos, porque estamos recubiertos con el manto de justicia del Señor, él nos ve a través del Señor en la santidad de Jesucristo. Estamos recubiertos con la sangre preciosa de Cristo, lo que significa que estamos perdonados eternamente por todos nuestros pecados, pero en el concepto humano y terrenal, continuamos dentro del escenario del tiempo, y lo que es peor, del pecado. El apóstol Pablo lo confirma cuando asegura que inclusive el pecado sigue morando en él.

Ya hemos recibido de parte de Dios el perdón eterno de todos nuestros pecados, los que comprenden a toda nuestra vida terrenal, desde nuestro nacimiento y hasta nuestra muerte. Pero nosotros seguimos sumergidos en el tiempo y el pecado continúa morando en cada uno de nosotros.

Cada vez que pecamos, el Espíritu Santo nos redarguye para que enderecemos nuestras vidas. Al igual que el hijo pródigo, en mayor o menor medida, somos nosotros los que con nuestro pecado nos alejamos de Dios y requerimos de la intervención del Espíritu Santo para que nos haga volver en sí, y cuando eso ocurre, nos damos cuenta lo lejos que estamos de Dios a consecuencia de nuestro pecado. Debemos regresar y confesar nuestra falta, y siempre él está gozoso de recibirnos con los brazos abiertos.

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