En primer lugar un dualismo cósmico. De origen taoísta, la teoría de los opuestos (Yin – Yang), viviendo en una constante “guerra espiritual” contra las energías negativas, de las cuales se protegen con símbolos protectores (“escudos”), que son simples amuletos, que promueven una mentalidad mágica y supersticiosa. Y por otra parte, subyace en sus escritos un panteísmo que reduce a Dios a una energía que se puede canalizar si uno se concentra y aprende las técnicas para ello.
El sincretismo es tal, que en sus oraciones al “Padre”, lo llaman “Ser universal superior” y al “Espíritu Santo” lo igualan al “Ki” o “Chi”, es decir, a la energía que pasa a través de nosotros y que recibiríamos del universo, con lo cual Dios ya no es persona, sino una energía que podemos “sintonizar”. En algunos casos recurren a un lenguaje pseudocientífico para explicar que a Dios no lo vemos simplemente porque es una energía a otro nivel de frecuencia. Con esto basta para entender que están muy lejos de la fe cristiana y empapados de la New Age.
Semejante a algunas antropologías gnósticas sus manuales nos hablan de una “chispa divina” atrapada en nuestra carne, y el 90% de sus adherentes creen en la reencarnación.
Por otra parte, el mismo Jesús es nombrado como un gran maestro sanador que imponía manos, y hasta graciosamente lo proponen como un maestro Reiki muy antiguo. Incluyen una doctrina sobre Jesús que desfigura su identidad como Dios hecho hombre y como único salvador, quedando como un sanador entre tantos. El sentido cristiano de la imposición de manos no tiene nada que ver con el uso que se hace de ese gesto en el Reiki.
Con esto bastaría para decir que nadie puede llamarse cristiano y tener una visión así de Dios, del mundo, del ser humano y de la vida después de la muerte.
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