ASI DICE EL ALTO Y SUBLIME

Yo soy el Dios tuyo,que te enseña provechosamente el camino que debes seguir...

jueves, 30 de junio de 2011

EXTRACTO,DAVID WILKERSON


Como Pablo, en Hechos 20, va camino a Jerusalén, se detiene en Efeso. Allí convoca a los líderes de la iglesia para una reunión especial. Solemnemente, les dice a aquellos creyentes efesios: “Y ahora, yo sé que ninguno de vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro” (Hechos 20:25).
Pablo, entonces, entrega su último mensaje a los efesios. En esencia les dice: “He estado con ustedes antes y conocen todo lo que he hecho. Les he servido con humildad y lagrimas. He predicado en vuestra iglesia, como asimismo casa por casa. Todo lo he cumplido bajo las más grandes tribulaciones y persecuciones. Pero, nada he guardado de vosotros.”
Entonces, con lágrimas, les da esta sobria advertencia: “… por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno” (Hechos 20:31).
¿Qué es lo que Pablo veía venir? ¿Qué le afligió tanto, que pasó tres años gimiendo por la iglesia? ¿Acerca de qué tragedia venidera les había advertido tantas veces, tanto pública como privadamente, ya en la iglesia, ya en sus hogares? ¿Qué asunto pudo sacudir tan profundamente a este hombre piadoso y de oración.
La preocupación de Pablo no era una explosión de lujuria, adulterio, divorcio o borrachera. Sus advertencias no eran acerca de persecuciones o restricciones venideras, ya sea de parte de la sociedad o del gobierno. No les amonestó sobre alguna explosión de depravación u homosexualidad en el púlpito, o alguna decadencia moral, desempleo, pobreza, terrorismo, guerras.
En pocas palabras, las advertencias de Pablo no fueron sobre el caos que ocurre fuera de la iglesia. No. A Pablo le preocupaba lo que veía venir al interior de la casa de Dios. Así, amonestó a los efesios acerca del ministerio. De los pastores, en particular. Su visión era clara: los falsos maestros aumentarían y causarían destrucción.

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