Pero el hombre en su soberbia y arrogancia, se resiste a aceptar que él no puede hacer nada, así que insiste: Sí, yo acepto la obra de Cristo, PERO yo debo hacer mi parte. Debo hacer obras y perseverar.
¿Aún no puedes escuchar lo que dijo el Señor a gran voz? “Consumado es”. No existe nada que usted necesite o pueda añadir. Nada le falta a esa obra sublime de Gracia infinita. Ni sus lágrimas y dolor por sus pecados pueden ampliar esa obra que está terminada.
Lo que viene después de ese nuevo nacimiento, producto de nuestro encuentro personal con Cristo y de aceptar su obra consumada, son los frutos que el Espíritu Santo va incorporando en nosotros (Gál.5:22 “amor, gozo, paz, paciencia, bondad, fe, mansedumbre, templanza”), pero no son para asegurarnos la salvación, sino que son una evidencia externa de nuestra nueva naturaleza que hemos adquirido desde el día de nuestra conversión.

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