ASI DICE EL ALTO Y SUBLIME

Yo soy el Dios tuyo,que te enseña provechosamente el camino que debes seguir...

jueves, 17 de junio de 2010

FUEGO ARDIENTE EN MIS HUESOS

El libro Antiguotestamentario del profeta Jeremías es sumamente interesante. Se puede dividir el Libro de Jeremías en tres partes principales. Podemos llamar la primera parte, «la Palabra de Dios» (Jeremías 1:1-25:38). La segunda parte es «las palabras de Jeremías» (26:1-45:5). Y la tercera división del libro puede ser llamada «Concerniente las Naciones» (46:1-52:34). Pienso seleccionar un versículo bien conocido tomado de la primera división del Libro de Jeremías, 20:9. Aquí, el profeta plañidero exclamó, «Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude.» ¿Por qué se sintió así? Bueno, Jeremías 18:18 narra el complot contra el profeta. Dijeron, «venid y maquinemos contra Jeremías.» Quisieron acusarlo para que lo mataran y se pusieron de acuerdo de no hacer caso de ninguna de sus palabras. Por haber predicado dos parábolas impopulares, el sacerdote Pasur «azotó al profeta Jeremías, y lo puso en el cepo» (Jeremías 20:2). Pasur era el oficial máximo del templo que a veces estuvo encargado de la supresión de las opiniones impopulares. Quiso callar el mensaje por abusar e intimidar al mensajero.

Esa persecución fue el primer sufrimiento físico que Jeremías tuvo que experimentar. Por lo tanto, nuestro texto en Jeremesis 20:9 es la última y la más triste de las varias «confesiones» hechas por el profeta. En los versículos 7-8, se quejaba de que Dios le hubiera engañado. Jeremías sólo quería hacerse el vocero de Dios, pero por eso estuvo escarnecido. Decidió dentro de sí a dejar el ministerio de la prédica para evitar el dolor y la pena. «No obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude» (Jeremías 20:9). Pero, en el versículo 11 su oración es contestada y el profeta recibe una nueva confianza. Queremos enfocarnos en el significado de este texto.

¿Cuálés lecciones o sea principios duraderos aprendemos del plañido y las dudas del profeta? Una cosa es que, cuando nosotros los cristianos predicamos la verdad en contra de los errores, cuando no lisonjeamos para ganar la aprobación de los hombres, muchos se enojan con nosotros. Pablo escribió, «porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas» (2 Timoteo 4:3-4). Hoy, si defendemos la existencia de la moral absoluta o las demandas exclusivas de Cristo, los relativistas posmodernistas o los marxistas-leninistas se sienten irritados y ofendidos. La predicación de la verdad objectiva fastidia a los pecadores que tratan de esconder sus motivos por anunciar el pluralismo.

Otras cosa aprendida del caso de Jeremías es que la persecución es una condición normal para los justos. 1 Tesalonicenses 3:3 dice, «a fin de que nadie se inquiete por estas tribulaciones; porque vosotros mismos sabéis que para esto estabamos puestos.» Y 2 Timoteo 3:12 dice, «y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución.» La persecución va a venir al cristiano pronto o tarde.

Otra cosa que aprendemos de Jeremías 20:9 es que tal persecución no es una cosa buena o divertida. ¡No le gustó a Jeremías nada! Hebreos 12:11 observa, «es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza.…» Cristo «sufrió la cruz, menospreciando el oprobio» (Hebreos 12:2). Hay oprobio cuando el mundo nos rechaza por ser mensajeros de verdad.

Aprendemos también que los cristianos pueden sentirse engañados o sea «seducidos» como clamaba Jeremías en el capítulo 20 y el versículo 7. Hay muchos «sanadores heridos» en la iglesia; es decir, personas que han tratado a ayudar a otros pero que han recibido el maltratamiento de parte de otros por sus esfuerzos. Los predicadores, por ejemplo, pueden sentirse desanimados y decidir no seguir en el ministerio, por un rato.

Sin embargo, aprendemos de Jeremías que la predicación de la palabra es más de solamente lo que uno hace; ¡es lo que uno es! El profeta dijo, «no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude.» Tuvo que anunciar la verdad, igual que los ministros verdaderos hoy día tienen que predicar. ¿Por qué? Pablo contesta, «conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres» (2 Corintios 5:11). Y añade, «porque el amor de Cristo nos constriñe» (2 Corintios 5:14). Por eso, el cristiano que está lleno de la palabra del evangelio tiene que predicar a pesar de las persecuciones.



¿Por qué se oponen los hombres a la predicación de la palabra? Por ejemplo, Ralph K. Bennett relata los casos en la actualidad de los arrestos y las torturas de los creyentes en China, Pakistan, y Bangledesh. En China, miles han sido enviados a los «campos de reeducación» sólo por haber asistido los cultos de la iglesia o los estudios bíblicos. La ideología rígida del marxismo todavía prevalece en China pese a su surgente mercado libre. Es peor en Sudán en la Africa. Desde el año 1989 el gobierno islámico ha estado prácticamente en alboroto contra los cristianos. ¡Un programa radial ha hecho el reportaje de una mujer crucificada en la jamba de puerta de su casa por ser cristiana! En Arabia Saudita, no hay libertad del culto tampoco. En diciembre de el año 92, dos cristianos filipinos fueron arrestados y sentenciados a ejecución para la navidad solo por predicar el evangelio. Más tarde, por las protestas, estaban deportados.

Hablando del país comunista China, China vio lo que pasó con la influencia de los cristianos en la Unión Soviética anteriormente que dio a luz en parte el glasnos y la caída de ese sistema cruel. Los líderes comunistas decidieron aplastar el movimiento cristiano en su propio territorio, diciendo que «se tiene que sofocar al bebé mientras esté en el pesebre.» Desde 1966-76, durante la así-llamada «revolución cultural,» un sinnúmero de cristianos fueron ejecutados. ¡Probablemente fue una de las peores persecuciones en la historia! ¡Todo eso en mi vida! Aún en Cuba la situación sigue siendo peor, aunque posiblemente se hubiera mejorado un poco. No obstante, en el año 1996, los marxistas de ese país le acusaron a su servidor falsamente, y le expulsaron del país solo por tener éxito con la predicación del evangelio y el establecimiento de varias congregaciones de la iglesia de Cristo en la isla. No les gusta tampoco cuando uno defiende en serio la existencia de Dios con las pruebas científicas, filosóficas y bíblicas contra el ateísmo oficial de su sistema. Pero, otros han sufrido mucho más. Al principio, yo como Jeremías me sentí un poco desanimado después. Pero por fin, «había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude.» ¡Tengo que seguir predicando a pesar de la interferencia causada como resultado de la corbadía de aquellos que no pueden defender su punto de vista en el debate público y honorable!

La persecución va venir a los que predican la verdad. La verdad siempre ha sido impopular con el vulgo. Solo pocos quieren conocerla. ¡No obstante, hay que predicar de todas formas! «Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría» (Hechos 17:16). Dijo en 2 Corintios 10:3-5, «pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.» Ud., estimado oyente, puede alinearse con el vencedor en ese conflicto si le cree y obedece hoy, arrepentido, y siendo bautizado para perdón de sus pecados.

Estamos como los cristianos en una guerra cultural, ideológica, y espiritual. Pero, cuando declaramos la verdad divina y exclusiva, los mundanos se enojarán. Si a veces sentimos como Jeremías deprimidos, tenemos que tener en nuestros corazones como un fuego ardiente metido en nuestros huesos.

No hay comentarios: