ASI DICE EL ALTO Y SUBLIME

Yo soy el Dios tuyo,que te enseña provechosamente el camino que debes seguir...

lunes, 17 de marzo de 2014

¿A quienes perdona Dios?




¿A qué clase de personas justifica Dios?

No me cabe ninguna duda de que muchos dirían: «A la buena gente», o «A aquellos que hacen lo mejor que pueden». Pero vamos a descartar las opiniones humanas y volveremos a la Palabra de Dios para recibir luz. El apóstol Pablo se refiere a Dios con un título muy entrañable en Romanos 4:5: «Aquel que justifica al impío». Así, es a los impíos a los que Dios está dispuesto a justificar.

Encontramos una ilustración de esto en el caso de dos hombres que subieron al templo a orar. Uno era religioso, y su religión afectaba en gran manera su vida y su conducta. Lo preservaba de muchas acciones de extorsión, injusticia e inmoralidad. Dos veces cada semana observaba un rígido ayuno. Pagaba sus diezmos puntualmente, y dedicaba grandes cantidades de dinero al servicio de Dios.

El otro hombre no pertenecía a la clase de los religiosos. En realidad, era un pecador, y no lo ocultaba. Al entrar en el templo, era bien consciente de que no era apto para estar allí, y, parado de lejos, inclinaba la cabeza, evidentemente avergonzado.

¿Cuál de estos dos hombres, pensáis vosotros, era más susceptible de ser justificado? El Señor Jesús, refiriéndose a este último, el pecador irreligioso, impío, dice: «Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro» (Lucas 18:14).

Sí, son los culpables, los pecadores y los viles, los que Dios justifica cuando reconocen su condición y se vuelven a Él. Aquellos que se imaginan ser «justos, que no tienen necesidad de arrepentimiento», permanecen sin justificación y sin bendición.


¿Cuál es la diferencia entre la justificación y el perdón?

El perdón es la eliminación de la pena de nuestros pecados; la justificación es la eliminación de la acusación misma de culpa que antes teníamos contra nosotros.

Comprenderemos mejor la diferencia si hacemos una imaginaria visita a un juzgado. Se está procediendo a juzgar a dos acusados de robo. El primero tiene muchos testigos para demostrar que estaba a muchos kilómetros de distancia cuando se cometió el delito. Se demuestra su inocencia de una manera irrefutable. Al absolverlo, el juez dice: «El preso puede abandonar este tribunal libre de toda culpa». En otras palabras, siendo inocente, queda justificado.

Con el otro, las cosas son distintas. Pero hay circunstancias atenuantes. Es joven; es su primer delito, y parece que fue inducido a cometer el delito contra su mejor criterio. El juez dirige una seria advertencia al preso y lo deja en libertad. No se dicta ninguna pena, y sale del juzgado libre. En pocas palabras, ha sido perdonado. Pero, aunque está perdonado, no ha quedado absuelto de los cargos contra él.

Ahora bien, esta ilustración nos ayudará a ver la diferencia entre justificación y perdón. Pero hemos de recordar que entre los hombres solo los inocentes pueden ser justificados, mientras que los culpables pueden ser perdonados. Salomón era consciente de esto al orar en la dedicación del templo (1 Reyes 8). En el versículo 32 él ora: «tú oirás desde el cielo y actuarás, y juzgarás a tus siervos, condenando al impío …, y justificando al justo». Luego, en el versículo 34 vuelve a orar: «tú oirás en los cielos, y perdonarás el pecado de tu pueblo Israel». ¡Considerad esto! Justificación para el justo y perdón para los que pecan.

Pero la gloria del evangelio es que muestra como Dios puede hacer lo que es imposible entre los hombres. Él puede justificar a los impíos, y ello incluso sin circunstancias atenuantes. Él puede tomar un pecador vil y corrompido, y no solo perdonarlo, sino absolverlo de toda acusación de una forma tan completa que puede proclamarse este reto, que nunca podrá ser contradicho: «¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica» (Ro. 8:13).

Doce Diálogos Bíblicos -

Harold P. Barker y otros.
Traducción del inglés: Santiago Escuain
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SEDIN-Servicio Evangélico
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